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Channel: LA BARCELONA D'ABANS, D'AVUI I DE SEMPRE ... !!!(SINCE 2.009)!!!
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US RECUMANU A VEURE AQUESTA GRAN PEL·LÍCULA SOBRE L'ESPANYA DELS ANYS CINQUANTA,BONÍSSIMA US AGRADARÀ, SEGUR, MALGRAT ELS peperos QUE LI HAN FET BOICOT, ÉS LA REALITAT DEL QUE VA PASSAR, US LA RECOMANO,A LA BARCELONA D' ABANS, D' AVUI I DE SEMPRE...5-04-2017...!!!

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No se porque le han hecho boicot a esta película, yo, personalmente os la recomiendo...Verdades como puños, divertida, y la escena final remata esta gran película.





LA REINA DE ESPAÑA supone la vuelta a la comedia de Fernando Trueba “Una gran parte de mis película son comedias. Llevaba un tiempo alejado del género. Ahora tenía una necesidad física, moral, de volver a la comedia. De volver a escuchar la risa del público, de la gente”.


La película cuenta la historia del retorno a España de la gran estrella Macarena Granada (Penélope Cruz), quien tras haber triunfado en Hollywood regresa a nuestro país para incorporarse, en el papel de Isabel la Católica, a uno de los increíbles rodajes que vinieron a filmar los americanos a partir de 1956, una vez terminado el bloqueo internacional a la dictadura. Al enterarse Blas Fontiveros (Antonio Resines), que no había vuelto a España desde que se fuera a dirigir La niña de tus ojos 18 años atrás, decide regresar y encontrarse con algunos de sus viejos amigos. Su llegada desata una serie de acontecimientos que pondrán a prueba el rodaje de la superproducción.

Cinco días después de su estreno, la búsqueda más frecuente en Google acerca de La reina de España es "boicot". Esta estadística indica que los medios han escrito mucho sobre el boicot promovido en contra de la película, una protesta popular para castigar a su director, Fernando Trueba, por asegurar que no se ha sentido nunca español. Las declaraciones, vertidas durante su discurso al recoger el Premio Nacional de Cinematografía el año pasado, le perseguirán toda su vida. Pero no por su trascendencia, sino porque toca el hueso de un tema escabroso y aparentemente irreconciliable (la identidad nacional) y por lo tanto enciende las redes. Un fuego que, sin excepción, siempre se traduce en cientos de miles de visitas para la web que lo azuza.
Amplificar una polémica, por muy reducida que sea, alimenta el tráfico de una web en varias tandas: un par de usuarios dejan comentarios llenos de rabia acerca de algún tema de actualidad. Horas después el medio en cuestión se hace eco de que "las redes sociales arden con la polémica", incluyendo un par de tuits tan indignados como anónimos que regalan su minuto de gloria al autor. Miles de personas entran en la noticia. Días después, esos mismos medios titulan a todo color que "la polémica hunde a La reina de España en taquilla". Miles de personas entran en la noticia.
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Lo peligroso de esta dinámica es que en este caso todo indica que dicha polémica no habría existido de no haber recibido publicidad por parte de esos medios. La iniciativa, promovida con un póster en el que están sucediendo muchas cosas a la vez y todas enmarcadas por la bandera española, tiene 600 retuits en Twitter. El hashtag #BoicotTrueba no se ha alzado ni con medio centenar adeptos. El tuit compartido por Fran Rivera (originalmente escrito por un bot) ha sido retuiteado 300 veces. En un país de 47 millones de habitantes, cuesta creer que esta difusión haya llegado al número de espectadores suficiente como para arruinar la trayectoria comercial de La reina de España: 400000 euros ante un presupuesto de 11 millones, el mismo dinero que recaudó hace 18 años la primera parte, La niña de tus ojos. Los mismos medios a los que no les tiembla el pulso para responsabilizar al boicot de este fracaso en el titular de la noticia, ni siquiera se molestan en argumentarlo dentro del texto. ¿Y cómo lo sabemos? Porque hemos hecho click en el artículo.
La reina de España no es la primera película en suscitar una polémica extracinematográfica. Tampoco será la última. La resurrección del dichoso comentario de Fernando Trueba, publicado hace más de un año y convenientemente recuperado ahora, no ha cambiado la forma de pensar de nadie. Sólo ha reafirmado en su posición a todos aquellos que consideran que el cine español está lleno de rojos, y que los artistas que critican al gobierno son unos desagradecidos. "Pues para recibir subvenciones bien que se considera español", reflexionaban algunos. "Que devuelva el dinero", pedía Fran Rivera. Jordi Évole, por su parte, expresó sus ganas de ver la película "y más cuando veo a fachas que quieren boicotearla", un tuit que no sólo mea fuera del tiesto, sino que lo hace a discreción y sobre heridas abiertas. Incluso un artículo del blog HoyCinema (ABC) le recordaba al director que "de bien nacidos es ser agradecidos".
Fernando Trueba no recibe dinero público porque sea patriota, sino porque es un artista que ejerce su profesión en España, al igual que en 1992 el británico Ridley Scott recibió 200 millones de pesetas por rodar 1492: la conquista del paraíso. Y no, Trueba no puede devolver un dinero que evidentemente no se quedó en su cuenta corriente: las subvenciones públicas que ha recibido (concedidas por el Ministerio de Cultura por obligación expresa de la Unión Europea), entre 400000 y 800000 euros por película, fueron a parar, entre otras partidas presupuestarias, a los sueldos de todos los que trabajaron en La reina de España. Esos profesionales y artistas, y no Trueba, serán los mayores perjudicados por el fracaso de la película. Se sientan o no españoles.
De los 11 millones de euros que ha costado la película, más de 10 no son subvencionados sino aportados por empresas privadas comprometidas con la industria del cine español. Reducir los motivos de su fracaso al boicot es un titular tan llamativo como irresponsable, porque ninguna película quiebra por una sola razón, sino por un cúmulo de variables.
¿CÓMO DEMONIOS VA UNA PROTESTA EN LAS REDES A CONSEGUIR DERRIBAR UNA PELÍCULA EN UN PAÍS EN EL QUE EL 91% DE HABITANTES VE LA TELEVISIÓN Y EL 0.8% TUITEA SOBRE ELLO?

Puestos a especular, cabe atribuir el fracaso de La reina de España al hecho de que no le está gustando a casi nadie, lo cual ahuyenta al público potencial que aún dudaba si verla o no. La comedia folclórica, un clásico de nuestro cine (Las cosas del querer, Yo soy esa) pertenece a otra época y no atrae al público joven; en España no existe tradición de secuelas; hoy triunfa un formato de comedia muy distinto, millennial y gamberra; La niña de tus ojos no conserva tanto tirón como pensábamos; ni Fernando Trueba ni Penélope Cruz, por muy famosos que sean, resultan valores seguros en la taquilla; y la mayoría de las producciones cinematográficas de Atresmedia, a diferencia de las de Mediaset, fracasan comercialmente: nadie ha pedido boicot para la admirada Que Dios nos perdone, y aun así se ha estrellado en taquilla. Pero por encima de todo, el fallo de La reina de España ha sido no conquistar al público de más de 50 años, que ni utiliza internet ni le interesan las polémicas, pero que simplemente no ha querido ir a ver la película.
Fernando Trueba y el reparto de 'La reina de España' en el estreno de la película.
Fernando Trueba y el reparto de 'La reina de España' en el estreno de la película.© Gtresonline
¿Cuántos de los boicoteadores tenían previsto ver La reina de España? Ahora ya no importa. Resulta más fácil creerse la teoría del boicot, tanto para ajenos como para propios. Fernando Trueba disfruta estos días de una ronda extra de entrevistas y publicidad gracias a la controversia. Para él es más fácil defenderse como una víctima que asumir que su película sencillamente no ha interesado. Con un poco (o un mucho) de suerte, La reina de España se beneficiará de un efecto rebote que la convierta en un emblema de la libertad de expresión. Desde que Donald Trump atacó el musical de Broadway Hamilton, la venta de entradas (ya de por sí imparable) se ha disparado, por el mismo motivo por el que el New York Times ha ganado 132000 suscriptores nuevos (10 veces más que en el mismo periodo de 2015) desde que el presidente electo aseguró que el periódico está condenado a hundirse. Y a tenor de los números que ha hecho en su primer fin de semana, convertirse en una especie de declaración de intenciones (¿antifacha?) es la única baza comercial que le queda a La reina de España para sobrevivir.
Resulta inexacto y atrevido responsabilizar a las redes sociales de los éxitos o los fracasos de un producto según convenga, por mucho que el titular sea tentador. Si la llamada al boicot más emblemática de nuestra historia reciente, la ejecutada contra los productos catalanes en general y el cava en particular, no ha hundido la industria de Cataluña en la miseria económica, ¿cómo demonios va una protesta en las redes a conseguir derribar una película en un país en el que el 91% de habitantes ve la televisión y el 0.8% tuitea sobre ello? El reality show de drag queens Rupaul's Drag Race (en España, Rupaul reinas del drag) "incendió las redes sociales" en su estreno, arrasando con un trending topic que se tradujo en un 0.6% de cuota de pantalla y menos de 100 000 espectadores.
#FelizLunes es trending topic nacional cada lunes y eso no hace que el día vaya mejor. Las redes sociales pueden reflejar los sentimientos de cierto número de personas, pero no tienen poder masivo, aunque algunas aseguren que son capaces de matar exalcaldesas. Sobre todo porque la tendencia generalizada es centrarse más en la negatividad que en la alegría (tras tuitear #FelizLunes la mayoría de los usuarios se pasa el lunes quejándose de cosas), y los que disfrutan con un artículo se limitan a darle "me gusta" o compartirlo en su muro, dejando la sección de comentarios destinada para el odio. En líneas generales, dirigimos nuestra felicidad a la vida real y concentramos nuestra negatividad en las redes sociales.
A principios de año una plataforma propuso que Elsa, la protagonista de Frozen, tuviera una novia en la secuela. Evidentemente hubo reacciones en contra, por parte de padres preocupados por tener que explicarle a sus hijos qué es una lesbiana. Pero fue la repercusión mediática de estos comentarios homófobos (incluso de los que encabezan sus opiniones con "yo no soy homófobo, pero") lo que animó a miles de internautas a sumarse a esta ola de rechazo contra la teórica homosexualidad de la princesa: nadie se lo había planteado hasta que los medios no etiquetaron la historia como una "polémica", término que automáticamente requiere que todo el mundo se posicione. El asunto habría caído sordo como un árbol solitario en el Amazonas de no ser por lo jugoso que resultó para los medios. Y los responsables finales de dicha decisión, Disney y los directores, no participaron en ningún momento en el proceso de creación y propagación de la controversia. Ni falta que hacía.


Si tenemos en cuenta los antecedentes ideológicos de Disney, cabe esperar que Elsa finalmente no tenga novia en Frozen 2. El motivo es, sencillamente, que Hollywood sabe que es más rentable pasarse de conservador que de subversivo: el público más progresista tolera mejor el cine tradicionalista que viceversa. Sin embargo, muchos medios se apresurarán a asegurar que "Disney cede a la polémica y no convierte a Elsa en lesbiana". Y en ese momento, algún usuario anónimo indignado leerá el titular y se le ocurrirá una polémica nueva.

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